gracias Sonia y al resto de compañeros del IES Ornia, por presentarnos la obra de Antonio Colinas;... es un lujo recrearse en estos versos, entre la "mar vinosa" y el mismo cielo. Prometo seguiros de cerca ;) Besos desde Cáceres
Al leer el poema una inexperta en la materia como yo, lo que me suscita es la siguiente reflexión: ¿he estado alguna vez frente al mar, yo sola a solas con el mar? En ese preciso instante, un conjunto de recuerdos vienen a la mente, si hubo alguna vez o veces. Si yo, al igual que el autor, necesitaba reencontrarme con mi yo, o buscaba respuestas sin contestar aún, o necesitaba perderme en mis problemas, anhelos, sueños...
Posteriormente, como docente, el poema me sugiere, la siguiente cuestión: ¿si yo le presentara este poema a los alumnos, que imagenes mentales, recuerdos les suscitaria? ¿La poesía tiene edad? ¿Qué provoca en mis alumnos?
He decidido, salir de dudas. Les voy a presentar este poema en clase y a ver qué ocurre. Os lo contaré.
Una vez más me uno al blog para enviaros mis percepciones personales respecto a estos versos:
En esta ocasión, Colinas nos muestra un tema bien distinto al poema comentado anteriormente; el escenario es el propio ego y la sociedad que le rodea; en este ajetreado mundo el culmen de la armonía se consigue desde tu propia armonía, la de tu mundo interior, ese mundo que los de fuera desconocemos, pero que habita siempre en ti, es esa concatenación de circunstancias que suceden desde que caminas, y que hacen de tu persona lo que ahora mismo eres. Esta es la base para conseguir un mundo armónico, conseguir la armonía interior en cada uno de los individuos que la componen. El autor resalta y ama la libertad por encima de todo, de modo que necesita sentir que no le atan cadenas, sino que puede vivir con igual libertad que el mar, cuyas aguas se mueven tempestuosas o calmadas, pero siempre a su libre albedrío. Al mismo tiempo desea transmitirnos esa idea a nosotros, sus lectores, pues es una premisa en su vida, y es tan intensa, que desea que también lo sea para los demás. "A lo que nunca ha sido....combate, sangre", podría decirse que estos versos son un elaborado consejo desde la propia experiencia del autor ante las situaciones de la vida: tener apertura siempre a todo lo que no sea imposición, ni violencia (combate, sangre), es decir, un voto a favor de todo aquello que no genera daños, sino luz. Me resulta bastante atractiva la comparación "como renace la flor de espino entre los peñascales", brotando silenciosa y creciendo entre la vida (presencia de la naturaleza). A mi parecer, Colinas nos presenta a lo largo de este poema una lucha incansable por tratar de lograr la armonía del ser humano con su entorno, ardua tarea.
Este poema me sugiere lo siguiente: -Por ejemplo, me acerca a la visión de Ortega sobre la vida, entendida como un proyecto abierto; el hombre es un ser proyectable, que, por no estar determinado ni cerrado, está por hacer. En el poema se nos muestra el ansia de vivir, de no estancarse, es decir, ansia de ser. ¿Qué camino escoger para proyectarse? No aparecen como pistas técnica o tecnología alguna; ninguna señal antropológica (sea norma, moral, o historia) parece servir para esta “iniciación”, catarsis. -Por ejemplo, la ausencia de todo como única opción de renacer, de ser, prístino y natural. Como si el poema fuera la escultura de Eduardo Chillida pero esculpiendo poemas, en la búsqueda del vacío, la búsqueda de lo vacío en lo lleno, lo vacío como posibilidad de ser. -Por ejemplo, me recuerda a un San Agustín platonizado, que busca purificarse de todo los empírico-perceptivo, de lo corpóreo. Todo sobra para alcanzar la Verdad, una Verdad que deviene tras deshacerse de todo lastre mundano para así poder asomarse a lo auténtico: Nos basta entrar en el interior de nosotros mismos, en el silencio y el desapego de las cosas exteriores para encontrar ahí nuestra alma y encontrar también a Dios. Hasta alcanzar la Armonía, allá en la cúspide, una vida de autenticidad.
La segunda navegación: en busca de la virtud originaria. Así se podría resumir el tema de este poema, en el que resuenan ecos platónicos, taoístas y homéricos. Pero el planteamiento inicial arranca con tres rupturas. La primera estrofa es la ruptura con el yo que traza fronteras oscuras a lo que no sea la luz de la razón, límites a cualquier interrogante que implique adentrarse en un territorio cerrado y opaco del método y la segura disposición a las reglas; es la ruptura con el yo cartesiano y la puesta es situación antes del viaje. La segunda estrofa es la ruptura con el mundo establecido, con la sociedad y con el normativo decir, con el ser al servicio de una retahíla de normas y con la escritura social de la historia, con los hechos y las pruebas. Ruptura con lo externo. La tercera es la ruptura con el más profundo sí mismo, con su memoria, con el mundo de lo dicho y que va reposando en lo que Ortega llamaría lo circundante. Esa ruptura se plantea como un combate. Rupturas todas para ver nacer un nuevo yo por el conocimiento. Una segunda naturaleza.
Es célebre la comparación platónica del Estado con una nave y del individuo con los viajeros. Según Platón todo hombre nace dos veces: a la vida y al conocimiento. Es tan importante este segundo nacimiento que le llama segunda navegación. El alma se dirige al encuentro consigo misma, libre ya de las ataduras o cadenas corporales, libre de lo circunstancial, de lo accidental, dispuesta al encuentro con lo único que libera: el conocimiento de la esencia de las cosas. Ese conocimiento es luz que se busca, pero además un lento y silencioso laborar sobre uno, ese conocimiento es virtud, excelencia. La primera estrofa es la preparación del viaje. Preparación desde la situación límite, fronteriza que es el yo, a mitad de camino entre la utopía y la realidad, como el templo, al decir de Heidegger, que se eleva de la tierra al cielo, como el prisionero platónico situado entre la oscuridad y la luz. Colinas precisa esa situación de límite porque el momento adecuado determina la calidad del movimiento.
Dice Lao-Tse en el poema X del Libro del Tao: “¿Sabrías modelar tu alma/ para que abrace lo uno sin dispersarse?... ¿Sabrías purificar tu visión interior/ para que quede libre de defectos?... ¿Sabrías penetrarlo todo con tu claridad y pureza interior/ sin recurrir al intelecto?...” Esa es la necesaria cualificación de la que habla Colinas en la segunda estrofa: el conocimiento buscado está más allá de lo dicho, de la historia, de los sueños,… Ese “más allá” es el espacio nuevo, metafísico, el nuevo espacio del yo, que ya no es el que juzga y piensa desde lo socialmente pactado. Un yo nuevo. La tercera estrofa es el triunfo del yo poético, el combate final que trae las palabras de Homero dichas por Aquiles a Héctor mientras pelean ante las puertas de Troya: “Esta noche no tendrás ojos, oídos ni lengua; vagarás por el infierno ciego, sordo y mudo y todos los muertos sabrán que eres Héctor, el iluso que creyó matar a Aquiles…” El sacrificio de la vieja naturaleza y el triunfo sobre la vieja tradición y la historia. El yo del poeta. El final: el encuentro con la Armonía, previa armonía interior, el ajustamiento de las partes como dice Anaximandro. Como si la justicia poética hubiese impuesto su ley. Ruptura, cambio y un nuevo yo que ha encontrado la libertad ansiada y el conocimiento. El poeta sabe que el triunfo está en el viaje y no en la meta.
6 comentarios:
¡Estupendo y curradísimo blog, don Ramiro!!
gracias Sonia y al resto de compañeros del IES Ornia, por presentarnos la obra de Antonio Colinas;... es un lujo recrearse en estos versos, entre la "mar vinosa" y el mismo cielo.
Prometo seguiros de cerca ;) Besos desde Cáceres
Al leer el poema una inexperta en la materia como yo, lo que me suscita es la siguiente reflexión: ¿he estado alguna vez frente al mar, yo sola a solas con el mar? En ese preciso instante, un conjunto de recuerdos vienen a la mente, si hubo alguna vez o veces. Si yo, al igual que el autor, necesitaba reencontrarme con mi yo, o buscaba respuestas sin contestar aún, o necesitaba perderme en mis problemas, anhelos, sueños...
Posteriormente, como docente, el poema me sugiere, la siguiente cuestión: ¿si yo le presentara este poema a los alumnos, que imagenes mentales, recuerdos les suscitaria? ¿La poesía tiene edad? ¿Qué provoca en mis alumnos?
He decidido, salir de dudas. Les voy a presentar este poema en clase y a ver qué ocurre. Os lo contaré.
ANABEL
Una vez más me uno al blog para enviaros mis percepciones personales respecto a estos versos:
En esta ocasión, Colinas nos muestra un tema bien distinto al poema comentado anteriormente; el escenario es el propio ego y la sociedad que le rodea; en este ajetreado mundo el culmen de la armonía se consigue desde tu propia armonía, la de tu mundo interior, ese mundo que los de fuera desconocemos, pero que habita siempre en ti, es esa concatenación de circunstancias que suceden desde que caminas, y que hacen de tu persona lo que ahora mismo eres. Esta es la base para conseguir un mundo armónico, conseguir la armonía interior en cada uno de los individuos que la componen.
El autor resalta y ama la libertad por encima de todo, de modo que necesita sentir que no le atan cadenas, sino que puede vivir con igual libertad que el mar, cuyas aguas se mueven tempestuosas o calmadas, pero siempre a su libre albedrío. Al mismo tiempo desea transmitirnos esa idea a nosotros, sus lectores, pues es una premisa en su vida, y es tan intensa, que desea que también lo sea para los demás.
"A lo que nunca ha sido....combate, sangre", podría decirse que estos versos son un elaborado consejo desde la propia experiencia del autor ante las situaciones de la vida: tener apertura siempre a todo lo que no sea imposición, ni violencia (combate, sangre), es decir, un voto a favor de todo aquello que no genera daños, sino luz.
Me resulta bastante atractiva la comparación "como renace la flor de espino entre los peñascales", brotando silenciosa y creciendo entre la vida (presencia de la naturaleza).
A mi parecer, Colinas nos presenta a lo largo de este poema una lucha incansable por tratar de lograr la armonía del ser humano con su entorno, ardua tarea.
Saludos.
Este poema me sugiere lo siguiente:
-Por ejemplo, me acerca a la visión de Ortega sobre la vida, entendida como un proyecto abierto; el hombre es un ser proyectable, que, por no estar determinado ni cerrado, está por hacer. En el poema se nos muestra el ansia de vivir, de no estancarse, es decir, ansia de ser. ¿Qué camino escoger para proyectarse? No aparecen como pistas técnica o tecnología alguna; ninguna señal antropológica (sea norma, moral, o historia) parece servir para esta “iniciación”, catarsis.
-Por ejemplo, la ausencia de todo como única opción de renacer, de ser, prístino y natural. Como si el poema fuera la escultura de Eduardo Chillida pero esculpiendo poemas, en la búsqueda del vacío, la búsqueda de lo vacío en lo lleno, lo vacío como posibilidad de ser.
-Por ejemplo, me recuerda a un San Agustín platonizado, que busca purificarse de todo los empírico-perceptivo, de lo corpóreo. Todo sobra para alcanzar la Verdad, una Verdad que deviene tras deshacerse de todo lastre mundano para así poder asomarse a lo auténtico: Nos basta entrar en el interior de nosotros mismos, en el silencio y el desapego de las cosas exteriores para encontrar ahí nuestra alma y encontrar también a Dios. Hasta alcanzar la Armonía, allá en la cúspide, una vida de autenticidad.
La segunda navegación: en busca de la virtud originaria.
Así se podría resumir el tema de este poema, en el que resuenan ecos platónicos, taoístas y homéricos. Pero el planteamiento inicial arranca con tres rupturas.
La primera estrofa es la ruptura con el yo que traza fronteras oscuras a lo que no sea la luz de la razón, límites a cualquier interrogante que implique adentrarse en un territorio cerrado y opaco del método y la segura disposición a las reglas; es la ruptura con el yo cartesiano y la puesta es situación antes del viaje.
La segunda estrofa es la ruptura con el mundo establecido, con la sociedad y con el normativo decir, con el ser al servicio de una retahíla de normas y con la escritura social de la historia, con los hechos y las pruebas. Ruptura con lo externo.
La tercera es la ruptura con el más profundo sí mismo, con su memoria, con el mundo de lo dicho y que va reposando en lo que Ortega llamaría lo circundante. Esa ruptura se plantea como un combate.
Rupturas todas para ver nacer un nuevo yo por el conocimiento. Una segunda naturaleza.
Es célebre la comparación platónica del Estado con una nave y del individuo con los viajeros. Según Platón todo hombre nace dos veces: a la vida y al conocimiento. Es tan importante este segundo nacimiento que le llama segunda navegación. El alma se dirige al encuentro consigo misma, libre ya de las ataduras o cadenas corporales, libre de lo circunstancial, de lo accidental, dispuesta al encuentro con lo único que libera: el conocimiento de la esencia de las cosas. Ese conocimiento es luz que se busca, pero además un lento y silencioso laborar sobre uno, ese conocimiento es virtud, excelencia.
La primera estrofa es la preparación del viaje. Preparación desde la situación límite, fronteriza que es el yo, a mitad de camino entre la utopía y la realidad, como el templo, al decir de Heidegger, que se eleva de la tierra al cielo, como el prisionero platónico situado entre la oscuridad y la luz. Colinas precisa esa situación de límite porque el momento adecuado determina la calidad del movimiento.
Dice Lao-Tse en el poema X del Libro del Tao:
“¿Sabrías modelar tu alma/ para que abrace lo uno sin dispersarse?...
¿Sabrías purificar tu visión interior/ para que quede libre de defectos?...
¿Sabrías penetrarlo todo con tu claridad y pureza interior/ sin recurrir al intelecto?...”
Esa es la necesaria cualificación de la que habla Colinas en la segunda estrofa: el conocimiento buscado está más allá de lo dicho, de la historia, de los sueños,… Ese “más allá” es el espacio nuevo, metafísico, el nuevo espacio del yo, que ya no es el que juzga y piensa desde lo socialmente pactado. Un yo nuevo.
La tercera estrofa es el triunfo del yo poético, el combate final que trae las palabras de Homero dichas por Aquiles a Héctor mientras pelean ante las puertas de Troya:
“Esta noche no tendrás ojos, oídos ni lengua; vagarás por el infierno ciego, sordo y mudo y todos los muertos sabrán que eres Héctor, el iluso que creyó matar a Aquiles…”
El sacrificio de la vieja naturaleza y el triunfo sobre la vieja tradición y la historia. El yo del poeta.
El final: el encuentro con la Armonía, previa armonía interior, el ajustamiento de las partes como dice Anaximandro. Como si la justicia poética hubiese impuesto su ley. Ruptura, cambio y un nuevo yo que ha encontrado la libertad ansiada y el conocimiento. El poeta sabe que el triunfo está en el viaje y no en la meta.
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