martes, 30 de septiembre de 2014

Poema 1º: CANTO X de "Noche más allá de la noche"

 
CANTO X
de "Noche más allá de la noche (1980-81)"
(de Antonio Colinas: OBRA POÉTICA COMPLETA, Siruela, Madrid, 2011)
 

11 comentarios:

Juan Carlos dijo...

Ahora cualquiera puede hacer su comentario, incluso como anónimo, y sin moderación previa para que aparezca el comentario inmediatamente. Hasta que en el grupo de trabajo decidamos lo contrario.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Puesto que me gusta perderme en los recovecos que encierran los pensamientos de los poetas, procedo a realizar un escueto comentario del Canto X de esta obra maestra “Sepulcro en Tarquinia”.
Aparte de las figuras literarias utilizadas, y de los personajes históricos que aparecen en este escenario de Italia, me gustaría sobre todo resaltar la manera en la que el autor escribe, sumergiéndose y navegando en la escena, como si de él mismo se tratara, como si fuese él mismo quién estuviese in situ viviendo la situación. Considero que este efecto es logrado con mayor intensidad a través de los monólogos en boca del guerrero.
A mi parecer hay versos cuyo contenido emite un profundo dolor: “más ambos sólo sueñan en brazos de la muerte la vida que soñaron”, y otros que impactan por recrear el oscuro universo de la muerte en un triste paisaje desolado: “el aliento helado de las bocas de los caballos muertos”.
“Al fin cae la cabeza hacia un lado y sus ojos …”, el cuerpo yaciendo inerte sobre la nieve, cayendo poco a poco en brazos de la muerte, y la descripción del movimiento de la cabeza transmite mayor realismo al momento.

Éste es el resumen de lo que percibo al leer tan magníficos versos.

Anabel.

Anónimo dijo...

Un detalle: este poema pertenece a la colección de 35 cantos y un post-scriptum titulada "Noche más allá de la noche", y no a "Sepulcro en Tarquinia", obra varios años más joven.
Un saludo.

Simón dijo...

Me gustaría saber qué verso adorna la tumba donde yace la memoria de un hombre de armas, un legionario que, consciente de su inminente fin, evoca las palabras de Virgilio y me gustaría creer que en esta evocación es la poesía quien restaura la armonía y cierra la escisión presente en los versos de Colinas.

El tiempo y la muerte: la escisión.
Mientras el viejo poeta muere en Bríndisi, el legionario agoniza recordando a Virgilio. La muerte los une en un instante, el momento de la muerte, su instante; el tiempo del reencuentro.
Pero es el tiempo, paradójicamente, el que los separa. Ese tiempo en que ocurren los sucesos de los que los protagonistas no quieren ser conscientes, puesto que la muerte les roba todo, pero no su ser. En el horizonte de ese tiempo circunstancial y anecdótico se contraponen el tiempo del poeta y del soldado, el de la hierba y la piedra, de la playa y la montaña, de la noche azulada y el sol de hierro, del sur y del norte, de los seres queridos y los bárbaros, del cálido olor a azahar y el aliento putrefacto,…La paz y la guerra. Es un dualismo irreconciliable. Un ser escindido. El ser de los contrarios, el ser que se ha ido haciendo en la historia para enfrentarse a su contrario.

Tiempo y ser.
Pero ocurre el milagro. El protagonista del Canto X es Virgilio, más bien, su poesía, la que merece ser recordada. Y su memoria está en sus versos y el poeta que esto escribe deja constancia de su muerte con un poema, este Canto, que reúne una colección de versos cualquiera, como cualquiera es el verso que hace de epitafio en la tumba del legionario, por cierto, un legionario cualquiera. Y mientras agoniza, mira al sur, la patria más allá de la guerra. Con su muerte se renueva la esperanza de un tiempo nuevo, el tiempo del poeta. El sueño de una vida soñada.

Tiempo, poema y ser.
Antonio Colinas muestra en el canto X la angustia de una lucha que solo el arte puede parar: más allá de cualquier categoría, del concepto y la figura, más allá de planteamientos, más profundamente está el arte como justificación de la existencia: la poesía es aquí un símbolo, está en la raíz del hombre, pues nació con la palabra, y por eso es también una forma de ser, que en momentos de soledad, abandono, desesperación, pero momentos de consciencia plena, nos abre a una realidad que nos satisface plenamente. Esa realidad es el sueño, una vida más allá de la de la que los ojos ven.
El valor del símbolo, del verso que cubre la tumba del legionario, consiste en retrotraer el alma realidades originarias del ser, buscar apoyo para reencontrar y seguir el camino perdido, salvar de las ruinas del tiempo. Salvación por la poesía, vieja aspiración del hombre de no morir. Ansia de lo divino.

Anónimo dijo...

Perdón, varios años más vieja, es del 75.

Anónimo dijo...

Disculpad el error, el poema que estamos comentando pertenece a "Noche más allá de la noche", y no a "Sepulcro en Tarquinia", esto sucede por tener en la cabeza posibles comentarios a otras obras de Colinas.
Gracias por la rectificación, un saludo.

Juan Carlos dijo...

Gracias a Anabel y Simón por sus reflexiones, tan sugerentes.
Yo voy a participar mucho más modestamente.
En primer lugar, decir que en general la poesía de Colinas me resulta llena de imágenes poderosas, que como a veces no comprendo, supongo que serán simbólicas y carezco del referente o claves que me faciliten su comprensión en profundidad. Paradójicamente, esto no me echa para atrás en su lectura. Al contrario, me incita a releer, y desde luego disfruto sus versos, supongo que por su música siempre nueva, las sensaciones que provoca, la imagen general que logro formarme aunque no sea muy perfilada (quizá ni siquiera la tiene y la echo en falta por mi pobre mente lógico-analítica que apenas sabe volar...), en fin, lo que sea, el caso es que "me gusta" leerle.
Este canto X no es el caso de lo que acabo de decir. Hasta yo lo entiendo :)). Bueno, de principio a fin cuenta con una historia, un contexto, podríamos hacer un "resumen" dado que tiene su épica, una mínima trama.
Y lo que quiero destacar es que también aquí puede saborearse cada verso, es un verdadero placer pronunciarlos, o "musitarlos", como dice Colinas en la introducción.
Símbolos que veo: el "sur", lugar ideal, un edén que asegura la felicidad. Virgilio, símbolo a su vez del poeta, "sueña un sur más lejano". Su don, el de penetrar más allá de lo aparente, le hace saber de ese sur más allá de la yerba segada o las playas con estrellas.
Y la poesía en sí misma, como puente a la trascendencia; el legionario tenía en vida amores que añorar y recordar en su epitafio...sin embargo recurre a Virgilio.
Y luego imágenes tan potentes como: "silencio más blanco que la nieve", "amanecer de hogueras y de lobos"... si es que da hasta frío y miedo; "cielo de lodo"... Desde luego, hay palabras que valen más que mil imágenes.

Anónimo dijo...

Gracias a ti también Juan Carlos por aportarnos tus sensaciones. Nadie mejor que el autor sabe lo que exactamente ha deseado transmitir, el lector es un mero espectador de ese mundo vivo, pero ficticio, que ha creado la imaginación del poeta, una especie de revolución de imágenes, sentimientos e ideas que forman un todo perfectamente coordinado.

Saludos

Anabel

Ramiro dijo...

DOS VISIONES DEL POEMA:

..........POESÍA, HUMANIDAD Y ETERNIDAD

El poeta Virgilio perdió el rastro de su obra, porque su obra le abandonó. Y fue a caer en manos “de un cualquiera”, de un anónimo legionario, tal vez, que ya estaba siendo partícipe de la eternización del arte del poeta. Virgilio no puede trasladarse en el tiempo ni en el espacio, como ningún ser con cuerpo; empero, la obra de Virgilio nos da testimonio en el poema de Antonio Colinas, de la infinitud del hombre, de su persistir más allá de la muerte; de la incorruptibilidad de unos versos que sobrevuelan la materia expuesta a la generación y a la corrupción. Unos versos encarnados en una piedra sagrada, más allá de su poeta. Más allá también, la tumba, de la vida del legionario. Verso y piedra sintonizando en busca de la infinitud.
El legionario se sabe carne. Se sabe contingente y aspira a humanizarse. Aspira a que su estertor vital huela a arte y tal aroma poético despiste la putrefacción que le rodea y la demasiada animalidad – por cárnica- de su propia muerte. Me recuerda a la película Senderos de Gloria, donde la humanidad gravita sobre bandos enemigos durante la Primera Guerra Mundial , gracias al calor erótico de una voz femenina que canta como los ángeles haciéndoles olvidar su condición en la batalla; o en la novela Trenes rigurosamente vigilados, donde dos soldados, también enemigos, que –creo recordar- accidentalmente se encuentran arrojados desde un vagón, sabiendo que van a morir, y juntas sus manos buscando un anhelo de humanidad, para mirar con ojos de autenticidad a la muerte y no mirarla sin nombres ni apellidos, impersonalmente en definitiva. El legionario se humaniza en Virgilio, anhelando elevarse como persona sobre la masa sajada tras la guerra. Quiere glorificarse con la poesía buscando huellas de lo auténtico, con lo que cree que se dignificará. Dejando por un momento –el todo ya- de ser un soldado, para vestir las mejores galas de la poesía y hacerse justicia como persona. Destacar como persona y no caer en un mero individuo. Gustar de lo eterno y olvidar el amasijo de cuerpos flotando sin dirección sobre la tierra. Cuerpo y arte unidos por un soldado culto que conocía al artista, y por un artista que dejó volar lo eterno de su vida. ¿Se conocían ambos, poeta y legionario? No hacía falta, pues ambos se dieron la vida.

..........LA PREGUNTA POR EL SENTIDO DE LA VIDA, POR PARTE DE UN LEGIONARIO CERCANO A LA MUERTE

Creo encontrar en este poema de Colinas, la visión de un legionario que no quiere morir como tal, que quiere morir amando la vida gracias al arte, que debe escapar de su condición profesional para alumbrar su persona con libertad en mayúsculas. Sólo mediante la poesía de Virgilio cree que esto es posible. Dejó el soldado –creo que da igual la categoría militar para lo que nos interesa- de creer en sus armas y, observó, rodeado de otros soldados, la inutilidad de las mismas. La inutilidad de la misión, la inutilidad de la existencia, de su existencia. Como en un texto en el que A. Camus destacaba el valor de la pregunta por el sentido de la vida de aquel proletario que, lunes, martes, miércoles…, trabajando horas interminables bajo una rutina insoportable, se cuestionó su existencia y eso fue el inicio de su revolución; en este poema, el soldado se cuestionó su labor concluyendo la inutilidad de esa guerra, la inhumanidad de lo acontecido, lo absurdo de su vida.
¡Ojalá el malherido lograra poner buen fin a la última misión encomendada por un soldado! que, no tuvo más remedio que dejar de serlo y acercarse al arte, para poder mirarse con nombre propio merecido.


Ramiro

Simón dijo...

También me imaginé a ese legionario intentando sobreponerse al hedor y a la destrucción y me lo figuré mirándose a sí mismo para preparar la muerte. Me acordé entonces de Nietzsche, para quien su máxima era “morir a tiempo” y del final de Blade Runner: “… he visto cosas que vosotros ni siquiera habríais soñado, atacar naves en llamas más allá de Orión, …, y ahora toca morir”. Me figuré a ese legionario buscando acomodo entre sus sueños para bien morir, me lo encontré muriendo entonces serenamente como Jason Robards en “Hasta que llegó su hora”. La reflexión sobre la muerte me condujo de nuevo hacia la salvación por la poesía: ella es la que nos eterniza. No podía ser de otra manera.

Alfonso dijo...

El poema trenza imágenes e ideas en una especie de juego de espejos: dos heridos que se miran; dos romanos que mueren; el norte y el sur; la realidad y los sueños… A mí me interesa otro: descubrir lo que el poema esconde de sibilino juego del poder con su siervo.

Parece que, después de la batalla y herido de muerte, un legionario descubre lo inútil de la batalla que está a punto de causarle la muerte. Parece, por un momento, que su pensamiento, como una queja, se eleve contra esa y, quizás, contra tantas guerras: se deja entrelucir que se pueda estar rebelando… contra su condición de siervo, o sea, contra el papel de siervo que el protagonismo de legionario esconde. Pero no hay rebelión.

Parece que el legionario se haya preguntado qué hacer o cómo evitar que su muerte sea eso, una muerte para nada. Quizás atisbe una pequeña gloria personal: la de elegir unos versos de Virgilio que le sobrevivan, escritos en su lápida.

Unos versos escritos por Virgilio, sí, también el autor de La Eneida, un poema encargo para mayor gloria del Imperio. El poeta sin saberlo, mientras muere en Brindisi, continúa sirviendo a sus amos cuando un legionario, a punto de expirar, no puede evitar, sin sospecharlo, seguir sirviendo a los amos de Virgilio.

El legionario, que pareciera estar renegando en el último instante de sus ideales, que pudiera estar abandonando su condición de siervo, rinde un último servicio al ideal que le conduce a la muerte.